Hace menos de una semana, el Chapecoense sorprendÃa al continente: un equipo modesto, desconocido para muchos, se clasificaba para la final de la Copa Sudamericana en su segunda participación internacional. El sueño de 43 años de historia, descensos y precariedad se hacÃa realidad. Hoy quedó roto en Colombia.
El avión en el que viajaba gran parte del plantel y la delegación que acudÃa al partido de ida de la final contra el Atlético Nacional se estrelló en la noche del lunes cerca de MedellÃn, donde comenzarÃa una semana histórica para un club que ya no se ponÃa lÃmites.
La gesta de este valiente equipo pequeño cuya gran ventaja era la ilusión de un plantel curtido en los duros estadios de las divisiones inferiores habÃa conquistado por fin Chapecó, una ciudad de 200.000 habitantes, 500 kilómetros al oeste de Florianópolis, la capital de la sureña Santa Catarina.
Rebosando el Arena Condá, 17.500 hinchas arroparon a su equipo el miércoles para asistir a lo que parecÃa imposible hace tres años, cuando el club luchaba por el ascenso a la primera división y no tenÃa centro de entrenamiento ni gimnasio: eliminar al poderoso San Lorenzo.
Ya habÃan caÃdo antes el gigante de Independiente de Argentina o el Junior de Barranquilla. Nadie creÃa en ellos, pero el ‘Huracán del Oeste’ no tuvo miedo de disfrutar de suerte, y partió eufórico a MedellÃn.
Si ya habÃan vencido a las probabilidades antes, por qué no repetirlo ahora, aunque fuera ante el vigente campeón de la Copa Libertadores, el Atlético Nacional.
En escala hacia MedellÃn, el Chapecoense se detuvo el domingo en Sao Paulo para disputar el penúltimo duelo de la liga brasileña, donde era noveno, contra el Palmeiras, que acabó ganando el campeonato con ellos de invitados involuntarios.
“Veo que el grupo es vencedor, tal vez Dios nos haya colocado exactamente aquà hoy para sentir ese sabor y valorar todavÃa más el objetivo el miércoles”, afirmó el técnico del equipo, Caio Junior, tras el partido.
A nadie se le escapaba, sin embargo, en Chapecó que estaban frente a la historia.
Debilitado por los años de lucha en las ásperas categorÃas inferiores, el ‘Verdao del oeste’ estuvo a punto de desaparecer hace una década. Al borde de la bancarrota, la existencia del club parecÃa inviable. Aunque la historia reciente de este equipo con 43 años de vida era también la de la lucha contra las probabilidades.
El Chapecoense vio la luz en 2009, cuando consiguió clasificarse para la cuarta división y ahà comenzó un despegue que, siete años después, le convirtió en la revelación sudamericana y, además, con las cuentas saneadas.
“El club cambió mucho desde mi llegada. El bus era muy viejito y ahora es bueno (…). Muchos jugadores no tenÃan los medios para ir a entrenar en coche. Iban en autobús a los entrenamientos. Ahora somos más respetados y conocidos”, contó hace una semana el delantero Bruno Rangel, máximo goleador de la historia del ‘Verdao’, al diario Lance.
“TodavÃa existen prejuicios sobre el club, todavÃa más por ser del interior, pero está disminuyendo, es verdad. Somos cada dÃa más respetados”, contó el atacante.
Desde su vuelta a la élite en 2014, el equipo se instaló en la zona media-baja de la tabla, poco propicia a las pasiones. Al menos, no las suficientes para atraer al público de esta ciudad de unos 200.000 habitantes que apenas le habÃa prestado atención hasta ahora.
Ni siquiera lo logró esta temporada, donde el Chapecoense acumulaba una media de poco más de 7.000 espectadores para los partidos del Brasileirao, según el sitio Globoesporte.
Hasta que se cruzó en su camino la Copa Sudamericana.
Por la compleja fórmula que utiliza la Confederación Brasileña para elegir a los equipos que disputarán la competición, el ‘Huracán del oeste’ debutó en 2015. Y fue un flechazo.
En el primer torneo internacional de su historia, el Chapecoense logró vencer al todopoderoso River Plate, aunque quedó a las puertas de la semifinal. No importó, habÃa nacido una estrella.
Aunque este año, en la resaca de la euforia, las cosas no empezaron bien. El técnico del milagro, Guto Ferreira, cambió de equipo y a mitad de temporada llegó Caio Junior. De nuevo en la Sudamericana, el ‘Verdao’ perdió en el primer partido contra su propia réplica, el todavÃa más modesto Cuiabá.
El Chapecoense respondió después en la vuelta y comenzó un viaje que debÃa haber acabado en la final, si la tragedia no se hubiera cruzado en su camino.
Ahora el fútbol ya no importa. El continente está de luto por este equipo que soñó hasta el final.