El Real Madrid se ganó la simbólica consideración de campeón de invierno, un título tan honorífico que de poco o nada le sirve: ni le da para brindarle un trofeo a su afición, ni computa a su favor para aparecer el primero en la clasificación en mayo, cuando de verdad importa.

Y es que, históricamente, sólo el 52.94% de los líderes al finalizar la primera vuelta lo fueron también al concluir la competición.

Mejora el registro general el club blanco, que fue campeón de invierno en 34 ocasiones (35 con la de esta temporada) con una efectividad del 67’64%: en 23 de esas veces terminó imponiéndose en el torneo de la regularidad. La última, en la 2011-2012.

La primorosa racha de 40 partidos invictos de los madridistas con Zidane, esa que les valió para conseguir la Undécima, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, fue acompañada desde diciembre por un inquietante murmullo: el miedo ante la posibilidad de repetir errores pasados y que, como sucedió con Ancelotti, tras la Champions, la Supercopa europea, el título mundial (entonces también alzaron la Copa) y el récord, haya debacle.

Después de dos derrotas, lo que nació como un tímido runrún ha crecido hasta una preocupante sospecha a la que se ha sumado otra coincidencia: la última vez que el Madrid se proclamó campeón de invierno (también con un partido menos), el descenso hacia la nada acabó con alirón culé en LaLiga.