REDACCIÓN: El ONCE HN

German Mejía es uno de los denominados “corazón de león” en la media cancha del Olimpia, y también le hemos conocido su dura infancia mediante un “space de twitter” con el periodista Eduardo Solano.

El Patón, como se le conoce popularmente, contó muchos detalles desconocidos ligados a su vida personal y familiar. De hecho, contaron que después de los huracanes donó tamales y los tenis de su tienda virtual a los más necesitados.

Originario de El Progreso: “La verdad soy progreseño de Barrio San José II, la verdad me crié en un barrio que está enmedio de muchos barrios peligrosos, y gracias a Dios el fútbol me sacó de muchas cosas”.

“Me gustó el fútbol desde los ocho años (en la escuela), gracias al fútbol no escogí tal vez drogas, tal vez andar asaltando o cosas así”, aseguró.

Duro relato sobre sus amistades: “Tengo como tres de mis mejores amigos que nos criamos jugando juntos que los mataron por tomar malas decisiones, incluso yo tengo un tatuaje de ellos porque yo aprendí a jugar con ellos, significaban mucho para mí”.

“No le echo la culpa a nadie, ni a mi papá ni mi mamá, son cosas de la vida. Mi papá se fue para los Estados Unidos y mamá tuvo que entregarme a mis abuelos paternos, me crié con ellos, cuando tenía siete años murió mi abuelito y el año pasado perdí al amor de mi vida, que es mi abuelita”, añadió.

Jugadores que le sirvieron de ejemplo: “De pequeño seguía dos jugadores como Denis Ferrera y Jorge “Pitbull” Claros, yo decía que iba a ser como ellos y gracias a Dios pude llegar a la Liga Nacional”.

“Yo a los 13 años vine a Tegucigalpa a hacer unas pruebas que Digicel hacía, ahí conocí a Arnold Cruz que me recomendó en Olimpia. De hecho, estuve seis meses en el Sunderland de Inglaterra”, dio a conocer.

Cayó en el alcohol: “Eramos tres jugadores titulares, por eso yo aconsejó, aunque no estoy viejo, a los jóvenes que cuando llega la fama y el dinero es un poco difícil, porque se te acerca todo mundo y te lleva al alcohol, y luego a las mujeres, ese es el ritmo de esa vida”.

“Cuando sentí que le fallé a mi familia conocí a un líder de una Iglesia que me ayudó a salir de todo eso. En aquel tiempo era beber todos los días y así entrenábamos, fue un poco difícil esa situación, pero gracias a Dios luché por mi familia y se me dio la oportunidad”, finalizó.