Sloane Stephens es, a sus 24 años, nueva campeona del US Open y del Grand Slam. Sólo es la 83ª del ranking mundial, en el que ascenderá a la 17ª plaza, pero llegaba en forma a Nueva York y así lo ha demostrado ganando su 15º partido de los últimos 17 disputados. Una promesa desde niña que ha explotado definitivamente como figura tras superar una grave lesión.
Once meses de inactividad, en enero ni podía apoyar el pie izquierdo tras la operación realizada. Regresó en junio, en Wimbledon, y perdió sus dos primeros individuales disputados, también el de Washington. Pero asomó en las semifinales de Toronto y Cincinnati, y se lanzó en el último ‘grande’ de la temporada.
Si dejó atrás en ‘semis’ a su admirada Venus Williams, tampoco tuvo piedad en la final de su gran amiga Madison Keys, 22 años, 16ª WTA y que también ha dejado atrás una doble intervención quirúrgica en el hombro izquierdo (es diestra pero golpea el revés a dos manos). Triunfo por KOT: 6-3 y 6-0 en una hora.
Stephens se movió como si estuviera en casa, mientras Keys pagaba la novatada, incapaz de controlar los nervios. Sloane, un muro que hizo 10 golpes ganadores y sólo cometió 6 errores no forzados. Madison, pupila de la ex campeona Lindsay Davenport, pegó 18 ‘winners’ pero se condenó con 30 errores no forzados.
Quinta corona profesional para Stephens, invicta en finales. Antes había conquistado Washington 2015 y, en 2016, Auckland, Acapulco y Charleston. Se hace un lugar entre las mejores, como digna heredera de las hermanas Williams, Venus y Serena, de la pionera de reinas afroamericanas del tenis, Althea Gibson.