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TIGER WOODS ROMPE LA SEQUÍA GANANDO EN AUGUSTA


REDACCIÓN: El Mundo


La misa de ocho de la iglesia de la Santísima Trinidad en Augusta estaba abarrotada. El reverendo Brian O’Shaughnessy aceleró el ofició, hasta el mismísimo Dios quería ver a Tiger Woods en el desenlace de este histórico Masters de Augusta. Por primera vez en la historia, la CBS conectó desde las 9 de la mañana. La tormenta y la alerta de tornado obligaron a los rectores del Masters a adelantar las salidas y encuadrar a los jugadores en grupos de tres en tres y por los dos tees de salida. Algo flotaba en el ambiente del plomizo domingo del 14 de abril de 2019, unas sensaciones parecidas al Open Británico o al PGA Championship del año pasado, pero esto era el Masters de Augusta. Tiger Woods apreció en escena, ambiente frío como la oscura mañana, con el uniforme rojinegro de las grandes batallas de antaño y la mirada asesina de los 14 majors anteriores. Quizás la chaqueta de color verde pantone 342 no combinaba tan bien con el azul ‘squadra azzurra’ de los pantalones de Francesco Molinari. Premonitorio. Al italiano, pese a todo, no parecía importarle. Eso, ni la chaqueta, ni Tiger Woods, su frialdad era como la de un trozo de mármol de Carrara, idónea actitud para este deporte, sobre todo en en una mañana de domingo en Augusta National y frente al ‘tigre’. Los primeros hoyos transcurrieron con el control del italiano, que sacó pares extraordinarios en los hoyos 1, 5 y 6. Su primer bogey no llegó hasta el hoyo 7, tras firmar 49 pares seguidos en este Masters. El momento de debilidad italiana coincidió con uno de los golpes del día de Woods, birdie en el hoyo 7. Ya sentía su aliento. Ambos firmaron el birdie en el 8 y terminaron con par en el 9.

Comenzaron los segundos nueve hoyos y llegó la explosión definitiva que este mágico torneo nos tenía reservada. Jon Rahm apareció en escena con un espectacular segundo golpe en el hoyo 8 con el que rubricó el eagle. Se colocó en -8, una vuelta era impecable, sin errores… Pero insuficiente. Tras el birdie en el 13, estuvo a punto de hacer hoyo en uno en el 16, algo que consiguió solo unos minutos más tarde Justin Thomas, su compañero de partido. Augusta National es un precioso manicomio. Rahm terminó con dos pares (-10), ocupando la novena posición aunque con el regusto amargo de haber llegado ahogado a la orilla. “No he tenido opciones, es complicado, iba con -9 en el 13 y tenía en mente la posibilidad de un resultado de -12 para optar a algo. La verdad es que he estado más cerca de lo que pensaba al empezar el día, he necesitado mucha lucha para estar ahí arriba”, explicó el español. Aunque no se marchará de Augusta National vestido de verde, será un Masters especial para Rahm: ha jugado dos vueltas con Tiger Woods y la última con Phil Mickelson. “El ambiente es impresionante con Tiger, hoy ha sido un poco molesto porque cada vez que cambiaban los marcadores había una reacción del público, ha habido un hoyo que he tenido que esperar para patear”. Y es que cada birdie de Woods se celebraba en cada rincón del campo como la última campanada de nochevieja en la Puerta del Sol. Para Rahm también fue especial compartir los últimos 18 hoyos con Phil Mickelson; Tim, su hermano y caddie, ha sido una persona importante en la carrera de Jon. Fue su entrenador en Arizona State y su primer manager,”en el hoyo 15 se ha acercado y me ha dicho que era especial hacer los 18 hoyos conmigo, para mí también lo ha sido”, concluyó Rahm.

El hoyo 12, esa postal trampa de apenas 140 metros, volvió a reclamar su espacio en la historia. Ya lo hizo en 2016 con el cruel cuádruple bogey de Jordan Spieth llegando de líder en la última jornada, y este año Molinari estrelló su hierro en el agua saliendo del hoyo con un doble bogey, provocando un empate en cabeza con Tiger Woods. Ya hace algo menos de un año, Molinari y Woods se vieron las caras en el British Open con un final muy feliz para la historia del golf italiano: su primer major. Pero hoy no pudo ser igual. El golf italiano tendrá que esperar a otra ocasión para ganar su primer Masters. El doble bogey de Francesco en el hoyo 15 enterró por completo sus opciones de triunfo. A esas alturas, Xander Schauffele, Brooks Koepka e incluso Dustin Johnson, con tres birdies seguidos en los hoyos 15, 16 y 17, parecían dispuestos a plantar cara a Woods.

Pero este Tiger era el de siempre, con la mirada de siempre. Han pasado 3.952 días desde el 16 de junio de 2008, 10 años y nueve meses de espera hasta que Tiger ha logrado su decimoquinto grande. Un birdie en el 15 y el golpazo en el 16 sentenciaron el torneo. Con la llegada de los fuertes vientos, preludio de la tormenta, Tiger remató con approach y dos putts el hoyo 18 y un resultado de -13 para su quinta chaqueta verde. Un momento para la historia del deporte, una gesta deportiva con difícil comparación. Tiger Woods está ya a solo a tres grandes de Jack Nicklaus y con 81 triunfos se queda a uno de Sam Snead como golfista con mayor número de títulos en el PGA Tour. Aplausos en la sala de prensa, llanto del público y la emoción de Tiger.

“Solo quiero volver a ganar un grande para que mis hijos vean triunfar a su padre”, dijo una vez.





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